La realidad de las adicciones tiene nombres y apellidos en Proyecto Hombre Alicante

Félix Rueda |Psicólogo experto en adicciones. Fundación Noray Proyecto Hombre Alicante

La realidad de las adicciones tiene nombres y apellidos. La teoría que en otros artículos hemos plasmado se hace carne cuando atendemos a lo que nos cuentan quienes solicitan ayuda o realizan tratamiento.

En el artículo de hoy falta una figura importantísima, la de la persona VOLUNTARIA, pero hemos decidido que tal vez sea mejor dedicarle un espacio especial en un artículo futuro.

Los textos se han dejado tal cual la persona que los ha escrito nos los ha enviado. Las imágenes corresponden a personas en tratamiento en Proyecto Hombre Alicante.

Disfrutad de la lectura.

Sentid con quien escribe.

Raúl (42 años) Persona que ha realizado tratamiento

Mi problema con las drogas empieza siendo bastante joven, empiezo a consumir cocaína de una forma bastante esporádica en fiestas señaladas y cada vez este consumo va aumentando en días y cada vez más a corto plazo.

Este consumo va haciendo mella en todos los ámbitos de mi vida y en mi día a día.

En el ámbito laboral me lleva a perder trabajos, engañando a personas que confiaban en mí para los puestos que se me contrataba.

En lo familiar era todo un engaño por mi parte: falta de dinero en casa porque yo me lo gastaba en consumos, engaños cuando perdía trabajos y no se explicaban porque, actitudes de escape y de no afrontar con mi pareja en los conflictos que surgían, mucha falta de responsabilidad y una nula comunicación verbal y expresión de sentimientos por mi parte.

Llega un momento en el que todo esto se agrava de una forma exagerada aislándome totalmente de todo el mundo y enfoco mi vida solo al consumo. Es en este momento cuando, después de oír de la gente que me aprecia el decirme que necesitaba ayuda y yo negarlo, junto a mi mujer tomo la decisión de pedir ayuda.

El primer sitio donde pido ayuda es en la UCA de la calle Gerona de Alicante donde después de hacerme una entrevista sobre mi situación me ofrecen el poder asistir a los grupos que allí se hacen, pero al informarme de que era un grupo a la semana yo les expreso que necesito algo mas y me informan que hay un sitio que se llama Proyecto Hombre que da buenos resultados a las personas como yo con una adicción.

Aquí es donde acudo pidiendo ayuda y después de unos coloquios con diferente terapeutas se me hace el pase al programa Nocturno-Altaír (orientado a personas que trabajan y tienen problemas de consumo de cocaína/alcohol/cannabis/juego patológico). En este programa estuve varios meses pero sin llegar a romper con mis miedos, sin hablar de mí y como se dice aquí “calentando silla en los grupos” esta actitud me lleva a mantener por muy poco tiempo mi abstinencia y repetir varios consumos.

Tras varios consumos y recaídas con sus respectivas intervenciones (atenciones individualizadas con los terapeutas de referencia) y viendo que no avanzaba se me ofrece retomar mi proceso en Centro de Día, un programa que se llama Mástil y que es más intensivo que Altaír.

Ahí durante un periodo de tiempo más largo prolongó estuve abstinente, por lo que empiezo otra vez con recaídas debido a lo mismo: relajación, falsa seguridad, me dejo puertas abiertas (personas conocidas consumidoras, pensamientos de que puedo consumir esporádicamente…), no afronto adecuadamente los conflictos que me surgen y empiezo a no creer en mí, lo que me produce entrar en un estado cerrado y de negación a que se me ayude.

Se me propone hacer el tratamiento residencial al cual me niego, aunque me dura muy poco esta negación por el buen trabajo hecho por el equipo terapéutico con mi pareja y familia. Es aquí, cuando yo me niego, cuando mi familia ejerce una muy buena presión sobre mi cerrándome puertas incluso la de mi casa, por la cual duermo unos días en el coche y es aquí donde reflexiono sobre donde he llegado y finalmente accedo a mi ingreso en la Comunidad Terapéutica (CT).

Una vez dentro observo situaciones de las que aprendo tanto al vivirlas como al afrontarlas, situaciones que me motivan a seguir luchando.

Aquí empieza a cambiar todo, hablo en los grupos, cuestiono las actitudes de mis compañeros, me exijo y me cuestiono a mí mismo, asumo las consecuencias de mis decisiones, etc.

Durante mi estancia de 5 meses exprimo al máximo todo lo que me enseñan aquí y lo pongo en práctica en cada salida de fin de semana que realizo. En estas salidas me surgen conflictos y situaciones desagradables que llevo agrupo y se me cuestionan para yo así aprender. Empiezo a aprender a: afrontar conflictos, a expresar lo que siento sin miedo a lo que piensen los demás, a posicionarme, a pedir ayuda y, sobre todo, a pedir lo que necesito.

Después de mi estancia en CT, salgo bien preparado para hacer la Reinserción, con amigos vinculados en mi proceso y objetivos a corto plazo marcados como voluntariado y actividades de ocio y tiempo libre ya concretadas. Mi paso por Reinserción supone un gran avance para mí ya que, después de adquirir las herramientas terapéuticas necesarias en este proceso, dispongo de todo el día fuera del centro con la posibilidad de dos días a la semana llevar a grupo cualquier situación que me ocurre fuera y no afronto adecuadamente.

No es un camino de rosas pero por fin voy viendo solución a este problema y sobre todo me hago consciente de que esto es para toda la vida que no puedo bajar la guardia y que en CT he adquirido una estructura de vida que es la que me viene bien para funcionar en mi día a día.

Así que después de un proceso largo de casi cuatro años logro cambiar mi vida desastrosa de consumos, de engaños, de traiciones y miedos por una vida responsable, realista, aceptando mis virtudes y defectos.

Es en mi Alta Terapéutica cuando veo que mi largo paso por aquí en vez de ser una queja como hacía antes por las ganas de terminar ha sido un beneficio y estoy agradecidísimo porque gracias al trabajo terapéutico, mi familia, amigos y mis ganas de salir me han servido para conocerme y saber que quiero ser y donde quiero ir.

Ahora por fin soy feliz siendo quien soy.

Lydia (39 años) Hermana de persona en tratamiento

Creo que en mi caso el problema vino a mí, no lo descubrí. Sabia de un consumo esporádico pero uno nunca piensa que eso te pueda pasar a ti, a tu entorno más cercano, a tu hermano, ese chico listo que nunca haría algo así, “el controla”. Pensamiento erróneo…

Pidió ayuda de diferentes maneras, pero solo vimos la realidad cuando la tuvimos tal cual ante nosotras. Es duro, muy duro verla y no saber qué hacer. Te vienen mil pensamientos a la cabeza, cada cual más irracional y unas ganas de matarlo que no sabes de donde vienen. “Como me puede hacer esto a mí”, es lo primero que te viene a la mente y no te das cuenta hasta mucho más adelante que el daño más grande solo se lo ha hecho a sí mismo, tu eres solo un daño colateral.

Afrontamos el problema con miedo y muchas dudas e inseguridades. No sabíamos a que nos enfrentábamos, era algo totalmente desconocido para todos y nos encontrábamos muy perdidos. Preguntamos, buscamos información y dimos con Proyecto Hombre. Concertamos una cita, nos dieron todo tipo de información sobre el tema, nos tranquilizaron y decidimos poner solución al problema con su ayuda.

Era un proceso largo, nos dijeron, y conlleva una serie de responsabilidades que debéis asumir. No hubo duda alguna, nos comprometimos desde ese mismo instante.

Es complicado dejar un poco de lado tu vida para acompañar a esa persona en ese camino, pero lo haces y no te arrepientes. Te obliga a cambiar ciertos aspectos de tu día a día y adaptarlos a las necesidades del proceso, de tu “usuario”. Tú pasas a un segundo plano y esa situación a veces te supera, te cabrea, te incomoda… pero sigues a su lado, luchando por el cambio. Tuve que pedir favores en el trabajo, dejar de lado mi vida social para hacerla con él, empezar nuevas rutinas y crecer a su lado, empezar de nuevo uno junto al otro, caminando en paralelo. Difícil, a veces frustrante, pero como he comprobado, no imposible.

Durante el proceso, los familiares tenemos unas reuniones, terapias de grupo más concretamente, donde nos enseñan a ayudarles y ayudarnos, algo muy importante para que todo funcione.

Es una situación muy complicada que no entiendes como llega a pasar, piensas “hay que ser muy tonto para eso”, para arruinarse la vida de esa manera. Cuesta trabajo entender que es una enfermedad, y ese es el punto de partida para mi evolución como familiar y acompañante. Ese punto de inflexión es el que marca la diferencia en todo el proceso, hasta que no entendí esa realidad no pude estar al cien por cien.

Llegar hasta ahí y entender ciertas cosas me ha hecho mejorar como persona, te enseñan a ver las cosas desde otro punto, a ser más asertivo, a ponerte en la piel de la otra persona, a entender su punto de vista y sus sentimientos… No solo con tu familiar, sino en la vida en general.

Ahora mi relación personal con mi familiar, mi hermano, es muy diferente, es real y honesta, yo soy honesta con él, es lo que me han enseñado y así todo va bien. Ahora se enfrentarme a las situaciones de otra manera, con otra actitud. He aprendido a escuchar, a dialogar y a ver el lado positivo de las cosas: un tropezón es una forma de ver un error y rectificar.

Fina (60 años) Terapeuta en Proyecto Hombre Alicante

En un principio yo me acerqué a Proyecto Hombre como una experiencia de crecimiento personal, y descubrí que el método Proyecto Hombre debería ser algo que todo el mundo hiciese, del que todo el mundo se beneficiase, ya que sirve para crecer como persona, seas o no adict@.

Representación teatral «La Red». Alegoría sobre el proceso adictivo y de rehabilitación

¿Cómo llegué a Proyecto Hombre?

Siendo voluntaria en el Teléfono de la esperanza en Alicante asistí a una formación a Valencia, donde conocí a Esperanza, quien era terapeuta en proyecto Hombre Valencia, y me habló de Proyecto Hombre, así como de la apertura de un centro en Alicante (de esto hace ya 22 años) y me puso en contacto con el primer director de Proyecto Hombre Alicante, quien me dio una oportunidad para trabajar en este ámbito.

Durante mi formación como terapeuta de Proyecto Hombre descubrí que tod@s teníamos rasgos dependientes: dificultades con los padres, deshonestidades, evitación del conflicto, miedo al rechazo…

De alguna manera todo esto hacía que nos sintiésemos víctimas, y nos comportásemos como tal.

Algo que me sirvió desde el principio y me sirve ahora mucho es la experiencia de encuentro con la persona, ayudándome a favorecer las relaciones personales, laborales y familiares, a sentirme más humana…

¿Qué hago en Proyecto Hombre?

Creo que el objetivo de l@s profesionales ha de ser ayudar a las personas que acuden a Proyecto Hombre a que sean capaces de convivir con su malestar, sus miedos, sus angustias…, viéndolas como una oportunidad, sin personalizar y sin vivirlas como incapacidades propias. Desdramatizar y asumir responsabilidades, mejorando los errores y potenciando los aciertos.

Si una persona no se equivoca no puede aprender, si alguien no es capaz de reconocer su cadena de conducta no la puede cambiar, y repetirá tanto lo positivo como lo negativo.

¿Qué supone trabajar en Proyecto Hombre?

Supone ser cercana, pero a la vez hay que ser capaz de confrontar a cada persona con su realidad, con sus conductas, si miedo al rechazo.

También supone aprender a vivir en una “crisis continua”, exigencia y responsabilidad permanente.

Para entender a una persona que tiene problemas de adicción no hace falta haber consumido drogas, pero si identificar mis propias dificultades e incoherencias, pues los mecanismos son idénticos.

El día a día de mi trabajo es ilusionante, a pesar de la cantidad de tareas que tenemos, y de que gestiono a un equipo, que también tiene sus dificultades, pero me gusta el trato con las personas, ver cómo podemos mejorar día a día.

De momento, sigo adelante…