TERSITES AUN VIVE: LA PREOCUPACIÓN POR LA IMAGEN ¿SALUD, MODA O ADICCIÓN?

Félix Rueda

Tersites era el más feo de entre todos los griegos, patizambo, jorobado y con problemas capilares, lo que junto con otros defectos físicos lo convirtió en el personaje más feo de la Iliada.

El “complejo de Tersites”, denominado así por Hermann Stutte, profesor universitario, médico y filósofo del siglo XX, para referirse a personas que sufrían un defecto corporal que le inhabilitaba en cuanto a una vida normalizada, no tiene que ver realmente con la supuesta personalidad del personaje griego, ya que éste representa la capacidad de superar esos defectos físicos y enfrentarse a situaciones difíciles. Sin embargo este supuesto “complejo” se ha asociado a cierto trastorno de índole psicológica.

Imagen de Tersites.Tomada de: sitibiterralevis.wordpress.com

En la sociedad occidental la preocupación “excesiva” por la imagen personal dentro de unos estándares, habitualmente marcados por la moda, es una tendencia cada vez más frecuente.

Lejos de los hábitos saludables y de higiene así como de cierto sentido de la estética que hasta hace poco tiempo imperaban, observamos, cada vez más, conductas que a algunos nos dan que pensar si no habremos traspasado el límite de la moda para ir al de la patología.

No sólo tiene que ver con las modas cambiantes que evolucionan a una velocidad vertiginosa lo que obliga a actualizar el armario cada dos por tres, sino también con el creciente número de intervenciones de cirugía estética que buscan modelar partes del cuerpo con las que la persona no se siente del todo satisfecha.

El problema tal vez viene cuando dichas intervenciones superan el número de lo que podría parecer razonable, o conllevan desembolsos que hacen que quien las paga se hipoteque (el promedio de gasto en cada intervención es de 2.000€, pero dependiendo de qué suelen ser importes bastante más elevados, siendo el desembolso total realizado por la población española de más de 800 millones de euros anuales).

Si un trastorno adictivo cumple una serie de requisitos tales como: que la persona desarrolle tolerancia a la sustancia o comportamiento adictivo, que lo siga realizando a pesar de conllevar graves consecuencias para su salud, para su desarrollo personal y para su entorno más cercano, y otros que la mayoría de nuestros lectores ya conocen, la situación actual de “culto al cuerpo y a la imagen” posee unos tintes que podrían parecerse.

La primera alarma la encienden ciertas modas en la vestimenta, que cuando poco, no podrán dejar de sorprendernos. Quien tenga cerca algún adolescente, podrá observar que andan sin calcetines, o con calcetines excesivamente cortos, a veces con camiseta de manga corta, y sin el abrigo adecuado, todo ello en temporada invernal, esto, cuando menos, va en contra de la salud.

Por otro lado, la excesiva preocupación por un cuerpo “10”, podría estar relacionada con algo que se denomina trastorno dismórfico corporal, que actualmente se encuadra dentro de los trastornos obsesivos compulsivos, y que consiste en una preocupación excesiva y más allá de lo que sería normal en relación a algún defecto físico que puede ser real o imaginado por la persona. La percepción de estos posibles defectos genera una elevado nivel de ansiedad, producir un malestar psicológico severo e influir en la esfera de lo social sufriendo aislamiento y exclusión social.

En la base de la aparición de estos síntomas hay una combinación de factores genéticos y ambientales, a los que se pueden sumar experiencias traumáticas (abusos, mal trato…) sufridas a lo largo de la vida.

Y estos síntomas pueden aparecer en cualquier momento de la vida, si bien parece que se presentan más entre personas adolescentes y jóvenes.

Hasta ahora, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales estimaba que en torno al 2% de la población mundial cumplía las condiciones para sufrir este tipo de trastorno.

Desde esta perspectiva, la vigorexia, trastorno caracterizado por el deseo de poseer un cuerpo musculoso

presente sobre todo en hombres, podría estar siendo una respuesta alternativa al malestar psicológico ocasionado por el físico, y más allá de ésta se encuentra la cirugía, que ya se ha instaurado como una conducta normal lo que hace que España se encuentre a la cabeza de los países europeos consumidores de operaciones estéticas.

Claro que parece que dichas operaciones pueden contribuir en una supuesta superación de complejos e insatisfacciones físicas, pero no solucionarán el problema si este se encuentra en el cerebro de quien se opera, es decir, en la autoimagen.

Según el estudio de Wittchen, Jacobi, Rehm, Gustavsson, Svensson y Jönsson (2011) realizado, en población europea en el año 2010, al menos el 32’8% de las personas residentes en Europa sufre un trastorno mental, pero sólo una de cada 3 personas recibe tratamiento.

Por tanto puede que cierto número de esas personas esté sufriendo algo parecido a uno de los trastornos que hemos mencionados, superando los porcentajes facilitados por al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.

¿Podríamos estar frente a un fenómeno de tintes adictivos?

Si tenemos en cuenta el tiempo dedicado a la imagen personal, el número de veces que algunas de las personas que presentan dicha preocupación por ese defecto físico o por el físico en general se someten a intervenciones de cirugía estética, el aumento de las demandas de atención psicológica por insatisfacción, que en ocasiones encuadra aspectos físicos, y la toma de decisiones estéticas que pueden tener consecuencias sobre el estado de salud, hemos de pararnos a pensar seriamente en ello.

De hecho, algun@s profesionales de la estética afirman que hay personas que pretenden continuar con las intervenciones a pesar de la opinión en contra de los profesionales.

¿Hemos traspasado la barrera de la salud para entrar en la de la obsesión?

Tal vez aún es pronto para contestar esta pregunta, lo que parece claro es que se trata de un fenómeno que empuja con fuerza y al que es preciso estar muy atent@s.