¿Culpa o responsabilidad? Dos conceptos implicados en la génesis y el tratamiento de los trastornos adictivos

Félix Rueda

Imagen tomada de: https://www.youtube.com/watch?v=O4Fg7yalFs0

En innumerables ocasiones las personas que presentan un trastorno adictivo afirman haber tomado decisiones erróneas, realizado acciones con las que se sienten “mal”, de las que se encuentran arrepentidas, y que incluso las sienten como un lastre en su día a día.

Muchas de dichas situaciones se encuentran asociadas al trastorno adictivo y por tanto han de resolverse en el tratamiento del mismo.

Sin embargo al mismo tiempo que los sentimientos de culpa aparecen, la persona vuelve a tomar decisiones erróneas o a ejecutar acciones irresponsables. Por lo que el sentimiento de culpa se mantiene.

Más allá de los procesos de toma de decisiones vinculados a los trastornos adictivos, de la afectación de los circuitos neuronales afectados por el uso de tóxicos o la conducta de juego repetitiva (con carácter adictivo), del estilo educativo que han experimentado las personas con problemas de adicciones, o de los problemas sociales, más allá de todo esto, encontramos una insistente dificultad para que la culpa desaparezca.

Quizá lo primero sería definir culpa.

Según la Real Academia Española se define como “Imputación de una determinada acción como consecuencia de su conducta”, a nivel psicológico entiende que culpa es: “Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado”.

La primera acepción es la que empleamos en general en nuestro día a día, cuando decimos “tú tienes la culpa” o “la culpa la tengo yo”.

La segunda es la que experimentamos en sentido no acusatorio, es decir, como consecuencia de algo que hago o dejo de hacer, y que va en contra de los propios objetivos, principios o intenciones.

A esto habría que añadir que se puede distinguir entre culpa manifiesta, esto es, cuando ha sucedido un hecho objetivo que nos hace sentir culpables, y culpabilidad mórbida, cuando no existe ningún hecho pero aun así nos sentimos culpables.

En el caso que nos ocupa nos centraríamos en la primera, ya que respecto a la culpabilidad mórbida, el proceso de intervención debería ir vinculado a la intervención clínica (psicológica o psiquiátrica) que trascendería a la mera intervención con adicciones, si bien también sería un hecho a tratar, aunque en muchos casos atendiendo y solventando la culpa manifiesta, la culpabilidad mórbida tiende a solucionarse.

Sentir culpa no es negativo, ya que implica un sentido moral relacionado con el sistema de valores personal; también es un mecanismo de ajuste de la propia conducta, y en ocasiones puede suponer una alarma que evitará que se realice la conducta negativa o se deje de hacer la positiva.

Como ya hemos dicho, en muchos casos, entre los que se incluyen las personas que presentan trastornos adictivos, la conducta que hace sentir culpable se repite una y otra vez: consumir, mentir, manipular a otras personas…

Esta repetición de las conductas disfuncionales puede suponer un factor de riesgo frente al fenómeno adictivo, y por tanto hay que intervenir sobre ellas.

Sin embargo, la relación placer/culpa parece un componente esencial en los fenómenos adictivos (Fernández-Montalvo y López-Goñi, 2010), jugando un papel determinante en el mantenimiento de la conducta adictiva.

Por tanto tendremos que buscar alternativas.

Teniendo en cuenta que el componente emocional es altamente importante en el inicio y el mantenimiento de un fenómeno adictivo, podemos tomar como punto de partida el “sentimiento de responsabilidad”, siendo un factor esencial para la prevención de las conductas disfuncionales.

Educar en responsabilidad implica aceptar el presente y planificar el futuro, es decir, asumir las consecuencias de la decisión tomada o la acción ejecutada, y plantear que voy a hacer al respecto de ahora en adelante.

El pasado ha de servir para que la persona no se olvide del camino que ha recorrido para llegar hasta el momento actual, pero mirar constantemente hacia el pasado, sentirme culpable por cosas que ya no tienen solución, no sirve de nada. Lo que sirve es sentirse responsable.

En el tratamiento grupal de los fenómenos adictivos tenemos el entorno idóneo para educar en responsabilidad, ya que suponen un entorno libre de juicios, donde el respeto y la escucha son actitudes esenciales para la buena marcha del tratamiento, como condiciones indispensables para educar en valores, puesto que la “responsabilidad” o el “sentido de responsabilidad” son un valor esencial en la persona adulta.

¿Cómo se consigue un valor?

Para adquirir valores el primer paso es experimentarlos, si los valores sólo se muestran de forma teórica no funcionarán, no serán integrados por la persona, y por tanto no formarán parte de su sentido moral.

Para experimentar los valores hemos de practicar conductas directamente relacionadas con el valor en cuestión.

Para ser responsables podemos practicar a diario (entre otras):

Practicando a diario la persona conseguirá: perseverancia, compromiso, tesón, seguridad, un sano auto-concepto, y otras cuestiones importantes para su reincorporación como miembro activo de la sociedad.

Por ello, la psico-educación debe ser un componente esencial en las intervenciones con personas que presente un trastorno adictivo.

Entre las intervenciones de carácter psico-educativo encontramos:

Tras practicar las conductas responsables, la persona desarrolla hábitos mantenidos en el tiempo, que fomentan una serie de actitudes responsables que propician la inclusión del sentido de responsabilidad en el sistema moral.

Por tanto, la psico-educación es una herramienta para erradicar la culpa de quienes presentan un trastorno adictivo y sufren sus consecuencias.

Para saber más:

EDUCAR EN RESPONSABILIDAD

¿POR QUÉ ME SIENTO CULPABLE?