Sócrates y las adicciones
Félix Rueda
[…] ¿Y así, respecto de todas las cosas, la justicia es inútil en el uso y útil cuando no se usan?
Una de las preguntas que Sócrates formula a Polemarco en La República de Platón, podría ser un ejemplo del proceso de conocimiento a través del cuestionamiento que se atribuye a Sócrates. Aunque el primer texto en el que se hace referencia al método es en El banquete, también de Platón.
La pregunta básica, que da inicio a cualquier discusión Socrática en la búsqueda de la verdad es una tan sencilla como: ¿Qué es…?; es decir, tratar de definir algo a través de una serie de preguntas, e ir desde lo más concreto a lo más universal a través de la inducción.
Este método es conocido como “Mayéutica”, que Sócrates fundamentó haciendo un símil con el proceso mediante el cual una matrona extrae el feto del interior de la madre, ya que la palabra mayéutica puede traducirse como “Técnica para asistir en los partos”, de esto Sócrates debía saber bastante ya que su madre era comadrona de oficio.
Del mismo modo, él trataba de extraer mediante preguntas la sabiduría que la persona contiene en sí misma.
A su vez, otra de las inquietudes de Sócrates era la ética, sobretodo en cuanto a su esencia y la posibilidad de enseñar la ética y la esencia de ésta a otras personas.
¿Y qué tiene que ver con las adicciones?
Desde mi punto de vista la Mayéutica es la base de una de las técnicas más arraigadas en algunos métodos de intervención de adicciones. Dicha técnica, que consiste en el cuestionamiento personal se conoce como confrontación.
Según la Real Academia Española, confrontar se define en carear a dos personas, cotejar dos cosas, o ponerse frente a otra persona. Así, en psicoterapia podemos decir que confrontar es situar a la persona que busca soluciones (cliente o paciente) frente a la persona que se supone experta en la relación de ayuda (terapeuta), pero esta relación dual se traspasa en las Comunidades Terapéuticas pudiéndose producir dicha confrontación entre cualquier integrante de la Comunidad.
La primera muestra del desarrollo de la confrontación la tenemos en la Comunidad Terapéutica de Synanon, si bien más que cuestionar mediante un método parecido al socrático, se tambaleaban todas las creencias y actitudes de la persona, y se exigía un cambio de comportamiento de manera brusca.
De ahí, y teniendo en cuenta que la mayoría de los modelos de Comunidad terapéutica provienen de Synanon y de Daytop, que la confrontación haya sido vista como algo que se centra principalmente en el cambio de comportamiento para generar cambios en las actitudes y que ha de realizarse de modo contundente, atendiendo a los aspectos negativos de la persona para que ésta se dé cuenta, en un sentido gestáltico, y pueda modificarlo, así también se asumiría el principio de honestidad “radical” que parece ser necesario para que una persona con problemas de adicciones lo supere e instaure un modelo de vida mejor al que tenía en el momento de comenzar el proceso de deshabituación y rehabilitación.
Pero la confrontación puede ir más allá, ¿por qué ha de centrarse exclusivamente en los aspectos negativos o a mejorar? ¿ha de ser siempre contundente, e incluso hasta agresiva?
Existen diversas investigaciones que afirman que el estilo confrontativo genera más resistencia en la persona que otro tipo de técnicas (Miller y Soverign, 1989), pero éstas se centran en el modelo clásico de confrontación, un modelo que se puede reinterpretar.
¿Cómo reinterpretarlo?
Si entendemos la confrontación en su sentido más literal poner cara a cara a dos personas, podemos pensar en que ambas sean la persona con el problema y la persona que le ayuda, pero se puede ir más allá.
Realmente se trataría de que la persona se pusiese delante de sí misma, cara cara con su yo y tratase de analizar qué está sucediendo, el porqué de lo que está sucediendo y las consecuencias de lo que sucede; como esto inicialmente resulta difícil, la colaboración de quienes le rodean resulta esencial.
Y dicho “careo” no ha de centrarse exclusivamente en lo negativo, sino que también puede atender a los comportamientos adaptativos o positivos para que la persona los refuerce.
Desde esta perspectiva podríamos establecer tres niveles o fases en el proceso de confrontación que ayudarían a la persona a mantenerse en el cambio tan importante para la superación de un trastorno adictivo:
1º Preguntar a la persona para que caiga en la cuenta de lo sucedido.
2º Una vez que la persona se ha dado cuenta, preguntar por la causa raíz de dicha situación, por las creencias y actitudes que subyacen a la misma.
3º Fomentar el cambio mediante un refuerzo de lo que se hace bien, o la modificación de lo que se hace mal, según sea el caso.
Un ejemplo de confrontación reforzadora podría ser:
“Una persona en tratamiento por trastornos adictivos habla durante una sesión psicoterapéutica grupal a su madre de una manera correcta, a pesar de que se encuentra disconforme con lo que ella está diciendo. Frente a esto, una compañera del grupo se dirige a él y le pregunta: ¿Te has dado cuenta de lo que estás haciendo ahora? A lo que la persona cuestionada contesta: si, diciéndole a mi madre que estoy en desacuerdo con ella. La compañera que lo está cuestionando sigue: Si, pero ¿cómo lo has hecho?, ante lo que contesta: No sé. La compañera continúa: le has hablado desde la calma y la corrección, ¿qué actitud ves detrás de ésta contestación? Le contesta: tal ve que estoy siendo paciente con mi madre, que entiendo lo que dice, aunque yo no esté de acuerdo. La compañera: efectivamente, le estás entendiendo y estás tratando de ponerte en su lugar, y lo estás haciendo desde la educación y el respeto. Te animo a que sigas haciéndolo así.”
De este modo se reforzaría ese comportamiento adaptativo y la persona saldría animada y satisfechas de la confrontación.
Del mismo modo, en el caso anterior la persona podría haber contestado o interpelado mal a su madre, y por tanto la confrontación sería correctiva. Veamos el mismo ejemplo en este sentido:
“Una persona en tratamiento por trastornos adictivos habla durante una sesión psicoterapéutica grupal a su madre de una manera incorrecta e incluso violenta, debido a que se encuentra disconforme con lo que ella está diciendo. Frente a esto, una compañera del grupo se dirige a él y le pregunta: ¿Te has dado cuenta de lo que estás haciendo ahora? A lo que la persona cuestionada contesta: si, diciéndole a mi madre que estoy en desacuerdo con ella. La compañera que lo está cuestionando sigue: Si, pero ¿cómo lo has hecho?, ante lo que contesta: No sé. La compañera continúa: le has hablado desde de manera agresiva, ¿qué actitud ves detrás de ésta contestación? Le contesta: decirle que no estoy de acuerdo. La compañera: efectivamente, pero ¿de qué manera, desde la calma y el respeto, o de otro modo? La persona: tal vez de manera agresiva, pero es que no tiene razón en lo que dice. La compañera: puede que no tenga razón, pero crees que es una manera correcta de dirigirte a ella. La persona: tal vez no. La compañera: ¿qué actitud ves detrás de tu contestación. La persona: que estoy siendo violento. La compañera: yo además veo que no la estás respetando y no estás tratando de entenderla y ponerte en su lugar. Por favor, cambia este comportamiento.”
Por tanto, desde un clima de respeto, aceptación incondicional de la otra persona, y sabiendo que el cambio es un “proceso”, que precisa de tiempo y constancia, la confrontación no ha de ser una técnica negativa o de difícil aplicación; tampoco ha de ser agresiva o desafiante, aunque ha de tener en cuenta una serie de condiciones para que funcione adecuadamente:
– La persona que es cuestionada ha de estar en plenas facultades. Por tanto es necesario analizar antes de confrontar si la persona se encuentra bajo los efectos de una sustancia psicoactiva, tiene una pauta farmacológica intensa que impide que cuente con sus sentidos al 100%, un daño cerebral severo, una patología mental severa, o con una serie de condicionantes en lo relativo a su estado mental que puedan impedir la adecuada percepción de su entorno y una compresión adecuada, ya que todo ello sería indicativo de que la confrontación no es pertinente.
– Del mismo modo, la persona ha de estar receptiva y con capacidad de escucha activa. De nada vale confrontar a una persona que se encuentra embargada por un estado emocional intenso.
– Tampoco ha de estar embargada emocionalmente quien efectúe el cuestionamiento.
– Quien efectúa la confrontación ha de tratar de hacerlo como si se estuviese cuestionado a sí misma, esto es, más que “poniéndose en el lugar de la otra persona”, tratando de entender qué pensaría y sentiría ella en caso de que le cuestionasen lo que ella va a cuestionar.
– Como ya se ha mencionado, la aceptación incondicional de la otra persona en el sentido de Rogers (1981) y Carkhuff (en Giordani, 1988) es una condición esencial, de este modo quien recibe la confrontación es difícil que se sienta atacada. También ayudarán la autenticidad, la valoración positiva y otras descritas por estos dos autores.
Se trata sencillamente de poner a la persona frente a sí misma como en un espejo, para que pueda identificar qué sucede y qué consecuencias tiene lo que sucede, y que sepa que quien hace que sucedan cosas es ella misma.
Ahora… ¡A practicarla!